lunes, 3 de febrero de 2014

Por qué darle cumplimiento a la Sentencia que ordena el traslado de los restos de Caamaño al Panteón de la Patria?


Por Eugenia Rosario Gómez

Los seres humanos vivimos apoyados en los rituales, de hecho, estos marcan de manera contundente toda nuestra existencia: las fiestas patrias, los  bautizos, las bodas, los cumpleaños, los aniversarios, tanto para nosotros como para el resto de los mortales. Hay hechos y personas que cambian la historia, que hacen realidad lo que hasta ese momento era un sueño, personas que han hecho de sus ideales su propósito de vida, seres que han sido capaces de dejarlo todo por aquello que consideran verdadero.

Hace ya 41 años que un grupo de hombres armados, sobre todo armados por dentro de libertad y patriotismo, iniciaron una lucha que aún dura hasta hoy: la lucha por la democracia y la soberanía dominicana. Se ha convertido en un ritual para su generación que a su vez trata de dejarle a su descendencia estos recuerdos. Es difícil, por no decir imposible, dejar un legado sin la correspondiente carga de rituales que lleva consigo esta herencia de hermandad y dominicanidad.

Francisco Alberto Caamaño fue asesinado, mutilado y enterrado junto a otros guerrilleros; con el paso de los años fue desenterrado, manipulado, analizado, vuelto a enterrar, a desenterrar, a manipular y a examinar, con todas las consecuencias que ello implica. Años de lucha, de enseñanza, de consciencia ciudadana, de conservar los valores por los cuales estamos libres hoy aquí hicieron que el gobierno dominicano a través de una ley honrara como es debido uno de los más grandes héroes que ha parido la República Dominicana en el siglo XX.

Cuarenta y un años después no se trata de determinar si son o no los restos, se trata de honrar la memoria de uno de los hombres más grandes que hemos tenido el orgullo y el honor de dejar en los anales de nuestra historia, se trata de crear las condiciones para que el ritual de honrarlo sobreviva a los que hoy siguen su ejemplo y su lucha, se trata de sentar un precedente, de que las nuevas generaciones tengan un lugar donde honrar la memoria de nuestra propia historia, de nuestra propia verdad.

Caamaño en si mismo habita en los corazones de quienes lo conocieron, de quiénes conocieron su vida y su ejemplo. Caamaño vive en el aire dominicano, en la tierra que nos acoge, en el mar que nos rodea. Los restos de Francisco Alberto sobrevuelan las montañas de la Cordillera Central, de la Septentrional y de Oriental; sus restos caen con el rocío de la Sierra de Bahoruco, de la de Neyba, ondea a la par con todas las banderas que se izan en el Valle de Constanza, de la Vega. Sus huesos caminan desde Dajabón hasta cabo engaño. Se hace necesario reunir estas cenizas que gritan desesperadamente en todos los rincones de esta media isla que debemos seguir luchando porque cada dominicano sea verdaderamente libre, libre de herencias culturales banales, libre de ocupaciones consumistas vacías, libre del capitalismo absurdo que pretende dejar más pobres a la población y más ricos a los que ya tienen dinero aunque no tengan corazón.

Debe dársele cumplimiento a la Ley para que todos los dominicanos y dominicanas podamos legalizar, al fin, uno de los rituales que constituirán el pilar del futuro de la República Dominicana, porque como todos sabemos "todo aquel que desconoce su historia, esta condenado a repetirla".

@eugeniaesther
eugeniarosariogomez@gmail.com

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