Yolanda Guzmán: antitrujillista, conspiró contra el
gobierno defacto de 1963 y terminó siendo una mártir de la Revolución de Abril
de 1965
POR ÁNGELA PEÑA
La calle Yolanda Guzmán, tan larga, transitada y ancha, contrasta con la situación de estrechez y miseria en que pasan sus días la madre y los hermanos de la mártir de abril de 1965. Doña Beatriz, quien trajo al mundo a esa muchacha activa, militante y sensible en La Bomba de Jaiba, de San Francisco de Macorís, producto de una unión con Carlos María Paulino Fernández, sólo ha recibido incontables dolores desde que su hija fue fusilada en Mata Redonda, entre Guanuma y La Victoria, por una patrulla del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), apenas diez días después de iniciada la revuelta.
La calle Yolanda Guzmán, tan larga, transitada y ancha, contrasta con la situación de estrechez y miseria en que pasan sus días la madre y los hermanos de la mártir de abril de 1965. Doña Beatriz, quien trajo al mundo a esa muchacha activa, militante y sensible en La Bomba de Jaiba, de San Francisco de Macorís, producto de una unión con Carlos María Paulino Fernández, sólo ha recibido incontables dolores desde que su hija fue fusilada en Mata Redonda, entre Guanuma y La Victoria, por una patrulla del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), apenas diez días después de iniciada la revuelta.
Entonces estaba embarazada de Milagros, pero la noticia de la muerte de
Yolanda, el destino incierto de su cadáver y las condiciones en que vio sus
restos en la morgue dos meses después de la masacre, sacudieron a tal extremo
sus sentimientos que la criatura nació retrasada mental y hoy, con treinta y
siete años, se comporta como una niña detenida en la infancia. La bautizaron
con ese nombre porque nació, pese a tantos padecimientos.
Otra hija, Dámaris, padece los efectos de un derrame cerebral. Inmóvil en
silla de ruedas, sin voz ni control de su organismo, llora con amargura
patética al escuchar narrar la historia de su triste condición.
La propia señora cae en sollozos cuando muestra sus piernas vendadas,
hinchadas por la falta de circulación, la incurable erisipela y el reciente
desempleo de su hija Carmen Esther, despedida de la Secretaría de Agricultura
“cuando era el único sostén de esta casa”.
Viven modestamente en la misma calle Yolanda Guzmán, la única de la
relación de doña Beatriz con Paulino Fernández pues luego casó con Miguel
Solano, que falleció hace dieciocho años y con quien procreó otros nueve hijos:
Florencia, Daniel, Dámaris, Carmen Esther, Samuel, Ruth Miguelina, Milagros y
Ezequiel.
De la vida personal de Yolanda se tenían pocas noticias. Las escasas notas
consignadas en diccionarios y enciclopedias sólo dan cuenta de su actuación en
la contienda de abril y de su muerte prematura. En diarios de 1965, el único
sobreviviente de seis que fueron alcanzados por miembros del ejército, Narciso
Román Taveras, ofreció los detalles del apresamiento y posterior muerte. El
testimonio fue reproducido por HOY en 1997. Al margen de sus relatos no se
sabía de la existencia de esta familia sencilla que idolatra a la mártir y que
cuenta su historia de luchas junto al obrero, a líderes políticos, a militares
constitucionalistas. No se conocía foto suya ni descripción de su fisonomía.
Gracias a un primo residente en Miami, el comandante Miguel Paulino, se
lograron contactos en Santo Domingo que hicieron posible la ubicación de los
parientes de Yolanda.
ENVIUDÓ JOVEN
Yolanda nació el ocho de julio de 1943. Doña Beatriz la dejó en el campo
con sus padres, Enemencio Guzmán Luna y María Jacinta Bautista y vino a la
capital en 1944 a trabajar como doméstica. La trajo en 1946. “Yo la crié a ella
lavando, planchando, haciendo arepa y vendiendo mabí”, cuenta la doña. La
inquieta joven estudió en la escuela Julia Molina (hoy Uruguay) y en el Liceo
México (Estados Unidos). En 1962 casó con Rafael Andrés García y procrearon una
niña, Ruth Elizabeth, que murió a los siete meses de nacida. El esposo, quien
trabajó como Inspector de la Presidencia en el gobierno de Juan Bosch, falleció
de un ataque cardíaco el doce de septiembre de 1963.
Desde entonces, Yolanda, que en su soltería frecuentaba el club social y
cultural Juan Pablo Duarte, comenzó a luchar en favor del obrero y
posteriormente se uniría a las voces que reclamaban el retorno a la
constitucionalidad tras el Golpe de Estado contra el Presidente Juan Bosch.
“Desde muy pequeña mostró inclinación a la política, inspirada por mamá que
era antitrujillista y escuchaba las emisoras clandestinas de Cuba”, refiere
Florencia, la hermana que acompañaba a Yolanda en sus pasatiempos juveniles y
en las manifestaciones políticas. Doña Beatriz era su confidente, secretaria y
auxiliar. A ella le contó los planes para el estallido de la revolución, le
hacía encomiendas para los presos políticos que visitaba en La Victoria y la
encargaba de preparar alimentos que llevaba a los comandos en armas.
Florencia afirma que el salvaje asesinato de las hermanas Mirabal, durante
el trujillato, desató la indignación de su hermana, que juró entonces: “Me voy
a dedicar a luchar, tenemos que liberarnos de este régimen”. Agrega que “cuando
el PRD llegó al país el cinco de julio de 1961, fue de las primeras en
inscribirse en el Conde 13. Desde entonces fue activista, militante. Conoció a
José Francisco Peña Gómez con quien juramentó los comités de Gualey y Las
Cañitas. Participó en la marcha de las mujeres vestidas de negro protestando
por el derrocamiento de Bosch, visitaba frecuentemente las cárceles, ayudaba a
las madres solteras a conseguir máquinas de coser, leche y pan para sus hijos”.
Cuentan que don Manuel Fernández Mármol le obsequiaba jabón, azúcar y comida
para pobres y encarcelados y que Peña Gómez llegó a convertirse en un miembro
más de la familia. “Peña para mí era un hijo, me ayudó siempre, vino a esta
casita hasta pocos días antes de su muerte. Si viviera no estaríamos pasando
tantas penurias”, comenta la sufrida doña Beatriz.
EN LA REVOLUCIÓN
“Cuando Peña Gómez llamó al pueblo a lanzarse a las calles ella se
sorprendió y dijo: “pero hoy no era, porque ella era parte del plan”, narran
doña Beatriz y la atenta Florencia que se afana en buscar antiguas fotos y
documentos de Yolanda, peinar y asear a Dámaris, adecentar la vestimenta de la
madre y de Milagros.
-¿Qué es lo que se trae Peña, porque el asunto no era hoy?- expresa que se
preguntaba Yolanda, a la que habían encargado de la Zona Norte, para llevan
comida a los comandos. “Dicen que ella andaba con un fusil, pero no podemos
afirmarlo porque no la vimos”, comentan.
Entre sollozos, doña Beatriz exclama: “Duró poco tiempo, me la mataron el
dos de mayo. Unos plátanos con espaguetis y pollo que me había encargado
cocinar para llevarlo al comando de la 17, lo boté el martes, cuando nos dieron
la trágica noticia. Ese día dos, agregan, “se juramentaba Caamaño como
presidente constitucionalista, ella salió para allá, cuando venía de regreso,
en un jeep junto a Luis Reyes Acosta, José María Reyes Araujo, Rafael García
Vásquez, Mario Taveras y su hermano Narciso, que sobrevivió, fueron
interceptados en la esquina Marcos Adón con Pedro Livio Cedeño, por el CEFA. De
ahí los llevaron a Transportación y luego a Mata Redonda, donde fueron
fusilados. Trataron de sacar los cadáveres, aseguran, “pero a todas las
ambulancias que se acercaban le disparan y los pobladores los enterraron a flor
de tierra hasta que una comisión de la OEA los desenterró y los llevó a la morgue
del hospital Gautier”, narran las señoras.
“Ya a los dos meses de muerta, le avisaron a mamá que fuera a
identificarla. El doctor Tancredo Duluc dijo: ‘voy a buscar ese cadáver aunque me
quiten la vida’ y fuimos con una carta del Procurador Chalas Valdez”, recuerda
Florencia.
Doña Beatriz, sobrecogida aún por el impacto, acota: “Yo pensaba que iba a
verla igualita y lo que encontré fueron sus huesos pelados, ni se le veían los
cabellos. La velaron en la calle 16 de Agosto número 6, donde vivía el comandante
constitucionalista Silvio Arzeno, y después una muchedumbre vestida de negro la
enterró en el cementerio de la avenida Independencia”.
LA CALLE
El nueve de octubre de 1965 el Ayuntamiento de Santo Domingo acordó
designar con el nombre de Yolanda Guzmán “la calle que desde la Eusebio
Manzueta hacia el Sur se llamaba Manzana de Oro, y hacia el Norte El Progreso
de Trujillo, en homenaje a la joven combatiente que dio su vida en aras de los
ideales revolucionarios…”.
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