Manfredo Casado
Villar, un combatiente revolucionario de leyenda
Combatiente revolucionario de una conducta
ejemplar nacido en Hoyo Nuevo, San José de Ocoa, en el seno de una familia de
agricultores honrados y laboriosos. Desde joven asumió una actitud de
compromiso con la libertad, la justicia y el bienestar del pueblo dominicano,
principalmente de los campesinos ocoeños.
Hombre extraordinariamente honesto,
Manfredo, labró con su ejemplo el liderazgo más sólido del revolucionario
comprometido en Los Martínez, Las Caobas, Los Naranjales, Hoyo Nuevo, Parra, El
Pinar, Sabana Larga, donde era más conocido, así como entre la juventud de San
José de Ocoa y parte de Baní.
Al estallar la guerra el 24 de abril de
1965, su padre, conocido popularmente como Porfirito Casado, ingresó a la
ciudad de Santo Domingo y se incorporó a la lucha por la reposición en el
gobierno del profesor Juan Bosch y el restablecimiento de la Constitución de
1963 que habían sido destronados por un golpe militar gestado por la oligarquía
dominicana dirigida por el imperio de Estados Unidos.
Junto a Porfirito llegaron a las trincheras
de los constitucionalistas sus hijos mayores Manfredo y Niño Casado Villar,
quienes lucharon durante meses contra las tropas invasoras de Estados Unidos.
Concluida la guerra en septiembre de 1965,
esos combatientes ocoeños regresaron a Los Martínez a labrar la tierra y a
proseguir su lucha por la justicia social, la libertad y el bienestar de los
dominicanos.
Unas veces trabajando en Santo Domingo,
otras laborando en el campo, Manfredo no descuidó nunca su labor
revolucionaria, lo que le permitió crear una sólida organización con base en
Los Martínez, pero apoyada en otros campos de Ocoa, en la ciudad y en Baní.
Fue esa organización esencialmente autónoma,
pero sustentada en su liderazgo indiscutido, la que dio refugio y protección a
la mayoría de los dirigentes revolucionarios que eran perseguidos a muerte en
Santo Domingo.
Aunque Manfredo nunca fue miembro de algún
partido de izquierda, en su base político-militar en Los Martínez acogió y
protegió a los principales dirigentes del Partido Comunista Dominicano (PCD),
los del Movimiento Popular Dominicano (MPD), los del 14 de Junio, entre otros.
En Los Martínez estuvieron durante algún
tiempo Plinio Matos Moquete, Henry Segarra, Guillermo Rubirosa Fermín, Rafael
–Fafa- Taveras, Pedro Juan Persia, Braulio Torres, entre otros, quienes se
internaron en las montañas junto a Manfredo y sus seguidores campesinos.
Toda la juventud de Los Martínez, varones y
hembras, dieron un sólido respaldo a la lucha revolucionaria que encabezó
Manfredo en los años sesenta hasta mediados de los setenta.
Con su lucha, los campesinos de Los
Martínez recuperaron miles de tareas de tierra que detentaba la familia Solano,
pese a que tropas de la Policía y del Ejército Nacional se enfrentaban con los
agricultores, quienes finalmente permanecieron en la tierra que les pertenecía.
Entre 1967 y 1972, Los Martínez se
constituyó en una verdadera base revolucionaria constituida por campesinos de
la zona que bajo el liderazgo de Manfredo, sostuvieron su lucha pagando un alto
precio en cárcel, torturas, persecución y muerte.
A finales de los años sesenta fue
establecido un destacamento, con una dotación de un pelotón del Ejército
Nacional en Las Caobas con el propósito expreso de combatir a Manfredo y sus
hombres que estaban asentados a unos tres kilómetros loma adentro.
Tan pronto Manfredo muere el 8 de octubre
de 1975, ese destacamento fue eliminado, pese a que era la agrupación de tropas
más grande en todo San José de Ocoa y que además era reforzado constantemente
con soldados que llegaban desde Azua, asiento de la compañía o de San
Cristóbal, asiento del batallón del Ejército.
Durante su lucha revolucionaria, Manfredo y
sus hombres y mujeres dieron una lección de dignidad y valor al pueblo
dominicano y al ocoeños en particular.
Golpeado por el divisionismo de la
izquierda, por errores políticos que cometían estas organizaciones y que
arrastraban a Manfredo y sus compañeros, pero sobre todo por la confrontación
con recursos militares, políticos y de inteligencia del gobierno, su
organización fue debilitada. Decenas de hombres purgaron cárcel y otros
tuvieron que pasar a la total clandestinidad, tanto en Santo Domingo como en
otros lugares, lo que obligó a Manfredo a buscar asilo en la embajada de México
en la primavera de 1972.
La llegada de la expedición guerrillera
conocida como Playa Caracoles, encabezada por Francisco Alberto Caamaño, que
entró por Azua y subió a las montañas de Ocoa, lo sorprendió asilado en la
embajada de México.
Liquidada la guerrilla de Caamaño con el
asesinato de su líder y otros cuatro guerrilleros, uno de los sobrevivientes,
Claudio Caamaño Grullón, logra evadir la persecución militar, entra a la ciudad
de Santo Domingo en el mes de abril y al día siguiente se asila en la embajada
de México.
Es en esa circunstancia que se conocen dos
luchadores revolucionarios ejemplares: Claudio Caamaño, veterano combatiente de
la Guerra de 1965 y sobreviviente de la guerrilla de Playa Caracoles, y
Manfredo Casado Villar.
De esa feliz coincidencia nació un
compromiso revolucionario de continuar la lucha armada en las montañas, para lo
cual salieron al extranjero a preparar su retorno.
A Claudio Caamaño le fue permitida la salida,
pero se le negaba a Manfredo, pues el gobierno de Joaquín Balaguer quería que
se lo entregaran para asesinarlo y con él su ejemplo de que de un humilde
campesino puede salir un revolucionario consecuente.
Es mediante una acción audaz de retener a
un hijo del embajador de México que Manfredo logra que el gobierno asesino de
Balaguer le entregue el salvoconducto para viajar al exterior. Fue sacado del
país en 1973 con destino a París, Francia, desde donde de inmediato fue a Cuba
para unirse a Claudio Caamaño, quien ya se entrenaba para volver a la lucha
armada, junto a Toribio Peña Jáquez y otros compañeros.
En Cuba Manfredo completó su preparación
militar y política, retornando al país en junio de 1975 bajo el mando de
Claudio Caamaño y acompañado además, por Toribio Peña Jáquez, combatiente de
1965 e integrante de la fuerza guerrillera de Caamaño en 1973, pero que no
subió a la montaña por haberse extraviado durante la maniobra de desembarco en
la Bahía de Ocoa, el 2 de febrero de 1973.
Provenientes de Cuba, pero llegados desde
Puerto Rico en un bote tripulado por revolucionarios de esa isla hermana,
Claudio, Manfredo y Toribio, después de vencer una tenaz persecución iniciada
desde la costa de Nizao, Baní, pues los tres hombres que los trajeron al país fueron
detenidos en La Romana, torturados y de ellos obtuvieron la información del
desembarco, el pequeño grupo guerrillero logró internarse en las montañas al
norte de Los Martínez.
Su propósito era restablecer la base
revolucionaria que había tenido Manfredo en la zona, organizarla, adiestrarla y
echarla a la lucha armada para recuperar la iniciativa revolucionaria y
provocar la insurrección popular que liquidara el gobierno sanguinario de
Balaguer.
A finales de septiembre de 1975, durante un
desplazamiento nocturno, Manfredo cayó a un precipicio próximo a Los Martínez,
adonde se proponía entrar esa noche, sufrió heridas incluida la rotura de
costillas. Los hombres que le daban apoyo logístico lo sacaron hasta Fundación
de Sabana Buey, Baní, donde quedó separado de la guerrilla en la montaña, quien
tiempo después se enteró de lo sucedido.
Conocida la condición y luego la ubicación
de Manfredo, Claudio Caamaño envía
personal de su confianza a buscarlo y retornarlo a la montaña para continuar la
lucha, pero su mensajero llegó tarde: ya algunos de sus familiares en Santo
Domingo habían conocido de su situación e improvisaron un operativo para
llevarlo desde Fundación a Santo Domingo, pero delatado por el dirigente del
PRD Pablo Rafael Casimiro Castro, quien “cooperó” para su traslado, fue
capturado en San Cristóbal por personal dirigido por el general Neit Rafael
Nivar Seijas.
Después de someterlo a torturas en la
Fortaleza Militar Antonio Duvergé, en San Cristóbal, Manfredo fue asesinado al
igual que los otros tres hombres que lo trasladaban en un carro y sus cuerpos
acribillados fueron presentados a la prensa con una declaración de que cayeron
en un intercambio de disparos.
Aunque los cuerpos de los tres acompañantes
de Manfredo, incluido el de su hermano Milcíades, fueron entregados a sus
familiares en Santo Domingo, el del luchador revolucionario fue retenido por
las tropas de Operaciones Especiales de la Policía y sepultado sin ataúd en una
esquina del cementerio de Nizao, San José de Ocoa.
En lugar fue ubicado por otros
revolucionarios ocoeños que intentaron sacar sus restos para llevarlos a San
José de Ocoa, pero sus familiares pidieron desistir de ese propósito, pues
todos ellos eran objeto de amenazas y persecuciones policiales y militares.
Con la crecida del río Nizao con el ciclón
David en agosto de 1979, el cementerio de Nizao fue totalmente inundado y la
tumba de Manfredo, que estaba localizada en el extremo este, quedó borrada.
Aun es posible que los huesos de Manfredo
puedan recuperarse en el lugar, pero habría que hacer excavaciones en un
perímetro no menor de 400 metros, porque los referentes de la ubicación exacta,
desaparecieron con nuevas crecidas.
Allí se apagó la vida de un campesino
ocoeño que saltó a la condición de revolucionario de leyenda, marcado por la
combatividad, la honradez y la entrega sincera a la causa del pueblo
dominicano. No obstante, de su ejemplo tienen que aprender las actuales y
futuras generaciones, para las sucesivas batallas.
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