Por
Claudio A. Caamaño Vélez, 31
de enero, 2013, 6:45PM
En la noche del 2 de febrero de
1973, hace ya 40 años, un grupo de hombres tocó suelo dominicano. Las playas de
Azua fueron su puerta a la amada Patria.
En
sus mochilas traían muchas cosas. Alimentos, municiones, explosivos,
instrumentos de higiene, radios AM-FM,
medicinas, brújulas, abrigos, dinero, mantas impermeables, incluso
hamacas. Pero sobre todo, muchos sueños y esperanzas, y tanto amor por su
pueblo, por la justicia y por la libertad.
Esos nueve hombres poseían una capacidad de entrega que a la generalidad
de los mortales nos resulta difícil entender. Nueve hombres con la valentía y
el coraje de enfrentar a toda la maquinaria militar de un régimen despótico,
opresivo y criminal.
Francisco Alberto Caamaño Deñó (Román), Heberto Geordano Lalane José
(Eugenio), Mario Nelson Galán Duran (Juan), Alfredo Pérez Vargas (Armando),
Ramón Euclides Holguín Marte (Braulio), Ramón Payero Ulloa (Ismael), Toribio
Peña Jaqués (Felipe), Hamlet Hermann Pérez (Freddy) y Claudio Caamaño Grullón
(Sergio). Cada uno con su historia, su familia y amigos propios. Cada quien,
con la capacidad de poner a su patria delante de sus miedos, y a su pueblo por
encima de sí mismo.
Todos, menos dos, dejaron sus vidas en las montañas. Mas los sueños y
esperanzas que trajeron en sus mochilas aún están aquí, germinando y creciendo
en cada dominicano que conoce su ejemplo.
El
presidente Caamaño, una vez, dijo: “el
que tiene el derecho ya tiene la victoria, o la tendrá mañana por encima de las
alternativas de la guerra, por encima del sacrifico y de la muerte”.
Los guerrilleros de Caamaño obtuvieron la
victoria. Les arrancaron sus vidas, es cierto. Pero por encima de la muerte
derrotaron al enemigo. Con su determinación demostraron tener más razón que sus
contrarios. Los guerrilleros se alzaron con la victoria. Caamaño frente al
pelotón que le segaría la vida se sabía a sí mismo vencedor, pues no claudicó
en sus principios. La muerte es inevitable, pero la rendición depende de cada
quien. Todos vamos a la tumba, pero no todos a la gloria.
Aún
vive en nuestro país el germen del mal que ellos vinieron a combatir. Las
guerras no siempre se ganan al ritmo que uno supone. La Historia demostrará,
como lo está haciendo, que los principios de Caamaño y de sus leales compañeros
trascenderán y determinarán el fututo de nuestra nación.
Un
día tendremos la Patria que ellos anhelaban, y el pueblo dominicano entenderá
por qué nueve hombres llegaron por una playa de Azua y se alzaron en las
montañas. Aún se nos hace difícil entender el significado de la palabra AMOR.
Twitter: @claudiocaamano
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