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Óscar Arnulfo
Romero
(Óscar Arnulfo Romero y
Galdames; Ciudad Barrios, 1915 - San Salvador, 1980) Arzobispo salvadoreño.
Formado en Roma, inició su carrera eclesiástica como párroco de gran
actividad pastoral, aunque opuesto a las nuevas disposiciones del Concilio
Vaticano II. En 1970 fue nombrado obispo auxiliar de El Salvador, y en 1974
obispo de Santiago de María.
En esta sede comenzó a
aproximarse a la difícil situación política de su país, donde desde hacía
décadas gobernaba el Ejército. Se implicó de lleno en la cuestión una vez
nombrado arzobispo de El Salvador en 1977. Sus reiteradas denuncias de la
violencia militar y revolucionaria, que llegaba hasta el asesinato de
sacerdotes, le dieron un importante prestigio internacional. Ello no impidió
que, al día siguiente de pronunciar una homilía en que pedía a los soldados
no matar, fuese asesinado a tiros en el altar de su catedral.
Era hijo de Santos Romero y
Guadalupe Galdámez, ambos mestizos; su padre fue de profesión telegrafista.
Estudió primero con claretianos, y luego ingresó muy joven en el Seminario
Menor de San Miguel, capital del departamento homónimo. De allí pasó en 1937
al Colegio Pío Latino Americano de Roma, donde se formó con jesuitas. En
Roma, aunque no llegó a licenciarse en Teología, se ordenó sacerdote (1942).
El año siguiente, una vez
vuelto a El Salvador, fue nombrado párroco del pequeño lugar de Anamorós
(departamento de La Unión), y luego párroco de la iglesia de Santo Domingo y
encargado de la iglesia de San Francisco (diócesis de San Miguel). Trabajador
y tradicionalista, solía dedicarse a atender a pobres y niños huérfanos. En
1967 fue nombrado Secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador
(CEDES), estableciendo su despacho en el Seminario de San José de la Montaña
que, dirigido por jesuitas, era sede de la CEDES. Tres años después el papa
Pablo VI lo ordenó obispo auxiliar de El Salvador.
Crítico por entonces de las
nuevas vías abiertas por el Concilio Vaticano II (1962-1965), no tuvo buenas
relaciones con el arzobispo Chávez y González, ni tampoco con un segundo
obispo auxiliar, Arturo Rivera y Damas. Movido por aquella postura, cambió la
línea del semanario Orientación (que desde entonces disminuyó notablemente su
difusión). También atacó, sin demasiado efecto, al Externado de San José y a
la Universidad Centroamericana (UCA), instituciones educativas dirigidas por
jesuitas y, finalmente, a los propios jesuitas, contribuyendo a apartarlos en
1972 de la formación de seminaristas (sustituidos por sacerdotes diocesanos y
nombrado él mismo Rector, el Seminario debió cerrar medio año después).
A pesar de esta serie de
fracasos, gozaba del apoyo del Nuncio Apostólico de Roma, y fue nombrado
obispo de Santiago de María en 1974. De gran dedicación pastoral, promovió
asociaciones y movimientos espirituales, predicaba todos los domingos en la
catedral, y visitaba a los campesinos más pobres. Bien visto por ello entre
los sacerdotes de su diócesis, se le reprochó cierta falta de organización y
de individualismo. En 1975, el asesinato de varios campesinos (que regresaban
de un acto religioso) por la Guardia Nacional le hizo atender por primera vez
a la grave situación política del país.
Así, cuando el 8 de febrero de
1977 fue designado arzobispo de El Salvador, las sucesivas expulsiones y
muertes de sacerdotes y laicos (especialmente la del sacerdote Rutilio
Grande) lo convencieron de la inicuidad del gobierno militar del coronel
Arturo Armando Molina. Monseñor Romero pidió al Presidente una investigación,
excomulgó a los culpables, celebró una misa única el 20 de marzo (asistieron
cien mil personas) y decidió no acudir a ninguna reunión con el Gobierno
hasta que no se aclarase el asesinato (así lo hizo en la toma de posesión del
presidente Carlos Humberto Romero del 2 de julio). Asimismo, promovió la
creación de un "Comité Permanente para velar por la situación de los
derechos humanos".
El Nuncio le llamó al orden,
pero él marchó en abril a Roma para informar al Papa, que se mostró
favorable. En El Salvador, el Presidente Romero endureció la represión contra
la Iglesia (acusaciones a los jesuitas, nuevas expulsiones y asesinatos,
atentados y amenazas de cierre a medios de comunicación eclesiásticos). En
sus homilías dominicales en la catedral y en sus frecuentes visitas a
distintas poblaciones, Monseñor Romero condenó repetidamente los violentos
atropellos a la Iglesia y a la sociedad salvadoreña.
En junio de 1978 volvió a Roma
y, como la vez anterior, fue reconvenido por algunos cardenales y apoyado por
Pablo VI. Continuó, pues, con idéntica actitud de denuncia, ganándose la
animadversión del gobierno salvadoreño y la admiración internacional. La
Universidad de Georgetown (EE.UU.) y la Universidad Católica de Lovaina
(Bélgica) le concedieron el doctorado honoris causa (1978 y
1980 respectivamente), algunos miembros del Parlamento británico le
propusieron para el Premio Nobel de la Paz de 1979, y recibió en 1980 el
"Premio Paz", de manos de la luterana Acción Ecuménica de Suecia.
Aunque no hay certezas al
respecto, se ha afirmado que el 8 de octubre de 1979 recibió la visita de los
coroneles Adolfo Arnoldo Majano Ramos y Jaime Abdul Gutiérrez, quienes le
comunicaron (también al embajador de Estados Unidos) su intención de dar un
golpe de estado sin derramamiento de sangre; llevado a efecto el 15 de
octubre, Monseñor Romero dio públicamente su apoyo al mismo, dado que
prometía acabar con la injusticia anterior. En enero de 1980 hizo otra visita
más a Roma (la última había sido en mayo de 1979), ahora recibido por Juan
Pablo II, que le escuchó largamente y le animó a continuar con su labor
pacificadora.
Insatisfecho por la actuación
de la nueva Junta de Gobierno, intensificó los llamamientos a todas las
fuerzas políticas, económicas y sociales del país, la Junta y el ejército,
los propietarios, las organizaciones populares, sus sacerdotes e incluso a
los grupos terroristas; para colaborar en la reconstrucción de El Salvador y
organizar un sistema verdaderamente democrático. El 17 de febrero de 1980
escribió una larga carta al presidente estadounidense Jimmy Carter,
pidiéndole que cancelase toda ayuda militar, pues fortalecía un poder
opresor.
Finalmente, el 23 de marzo,
Domingo de Ramos, pronunció en la catedral una valiente homilía dirigida al
Ejército y la Policía. Al día siguiente, hacia las seis y media de la tarde,
durante la celebración de una misa en la capilla del Hospital de la Divina
Providencia, fue asesinado en el mismo altar por un francotirador. Se
atribuyó el crimen a grupos de ultraderecha, afirmándose que la orden de
disparar habría sido dada por el antiguo Mayor Roberto D'Aubuisson (uno de
los fundadores, posteriormente, del partido Alianza Republicana Nacionalista,
ARENA); sin embargo, no se detuvo a nadie y todavía en la actualidad
permanecen sin identificación y castigo los culpables.
Óscar Romero
Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez,
conocido como Monseñor Romero y popularmente como San Romero de América,
fue un prelado católico salvadoreño que nació en Ciudad Barrios, El Salvador, el 15 de agosto de 1917, y
murió asesinado en San Salvador, el 24 de marzo de 1980.
Arzobispo de San Salvador desde 1977
hasta el momento de su asesinato, defendió los derechos humanos y la justicia
social y denunció los crímenes del régimen militar que imperaba en El Salvador.
Citas de Monseñor Oscar Arnulfo Romero
·
"He
sido frecuentemente amenazado de muerte. Debo decirle que, como cristiano, no creo en la
muerte sin resurrección: Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño."
(en una entrevista concedida al periodista mexicano José Calderón Salazar,
corresponsal del Diario Excelsior en Guatemala, 2 semanas antes de su muerte)
·
"El
martirio es una gracia de Dios que no creo
merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida,
que mi sangre sea la semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una
realidad." (ibid.)
·
"Puede
usted decir si llegasen a matarme que perdono y bendigo a quienes lo hagan.
Ojalá si, se convencieran que perderán su tiempo. Un Obispo morirá pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no
perecerá jamás." (ibid.)
·
"La
justicia es igual a las serpientes. Sólo muerden a los que están
descalzos"
Extractos de sus homilías dominicales.
·
"Yo
quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército.
Y en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los
cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos
campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley
de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer
una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya
es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia
que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la
Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada
ante tanta abominación. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido
pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les
suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión".
(Homilía dominical, 23 de marzo de 1980)
·
"La
misión de la Iglesia es identificarse con los pobres... así la Iglesia encuentra su
salvación." (Homilía dominical, 11 de noviembre de 1977)
·
"Estas
desigualdades injustas, estas masas de miseria que claman al cielo, son un
antisigno de nuestro cristianismo. Están diciendo ante Dios que creemos más en
las cosas de la tierra que en la alianza de amor que hemos firmado con Él, y
que por alianza con Dios todos los hombres debemos sentirnos hermanos... El
hombre es tanto más hijo de Dios cuanto más hermano se hace de los hombres, y
es menos hijo de Dios cuanto menos hermano se siente del prójimo"
(Homilía 18 de septiembre de 1977)
·
"Hacemos
un llamado a la cordura y la reflexión. Nuestro país no puede seguir así. Hay
que superar la indiferencia entre muchos que se colocan como meros espectadores
ante la terrible situación, sobre todo en el campo. Hay que combatir el egoísmo
que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcance a los
demás. Hay que volver a encontrar la profunda verdad evangélica de que debemos
servir a las mayorías pobres" (Homilía dominical, 2 de abril de 1978)
·
"Aquí
nos está dando Cristo la
respuesta a una calumnia que se oye muy frecuente: ¿Por qué la Iglesia sólo le
está predicando a los pobres? ¿Por qué la Iglesia de los pobres? ¿Que acaso los ricos no tenemos alma? Claro que sí y
los amamos entrañablemente y deseamos que se salven, que no vayan a perecer
aprisionados en su propia idolatría, les pedimos espiritualizarse, hacerse
almas de pobres, sentir la necesidad, la angustia del necesitado" (Homilía
dominical, 15 de octubre de 1978)
·
"¿Qué
otra cosa es la riqueza cuando no se piensa en Dios? Un ídolo de oro, un
becerro de oro. Y lo están adorando, se postran ante él, le ofrecen
sacrificios. ¡Qué sacrificios enormes se hacen ante la idolatría del dinero! No
sólo sacrificios, sino iniquidades. Se paga para matar. Se paga el pecado. Y se
vende. Todo se comercializa. Todo es lícito ante el dinero"(Homilía
dominical, 11 de septiembre de 1977)
·
"La
justicia social no es tanto una ley que ordene distribuir; vista cristianamente
es una actitud interna como la de Cristo, que siendo rico, se hace pobre para
poder compartir con los pobres su amor. Espero que este llamado de la Iglesia
no endurezca aún más el corazón de los oligarcas sino que los mueva a la
conversión." (Homilía dominical, 24 de febrero de 1980)
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