Eduardo Martínez |
Orlando Martínez fue
un periodista de izquierda de nacionalidad dominicano y miembro del Partido
Comunista de la República Dominicana, el cual hacía oposición al gobierno de
Joaquín Balaguer.
Orlando fue asesinado
a tiros en 1975 durante la época denominada “Los doce años” (1966-1978).
Fue director de la
revista «Ahora» y columnista del periódico El Nacional.
Juicio y Condena
El crimen se mantuvo
impune durante muchos años hasta que el presidente Leonel Fernández, elegido en
1996, ordenó la reapertura del caso. Cuatro hombres fueron acusados de
pertenecer a un escuadrón de la muerte que le disparó después de que criticó al
gobierno del entonces presidente Joaquín Balaguer. En el 2000, los cuatro
hombres recibieron una condena de 30 años de cárcel por sus vínculos con el
asesinato.1 Durante el juicio, veinticinco años después del homicidio, fueron
condenados el general Salvador Lluvéres Montás y el general Joaquín A Pou
Castro. Otros dos hombres fueron declarados culpables, incluyendo a un oficial
de la fuerza aérea anterior.
El presidente Joaquín
Balaguer escribió en un libro llamado “Memorias de un Cortesano de la Era de
Trujillo”, el cual contiene una página que hace alusión al asesinato de
Martínez.
El fallo del juicio
fue visto como una muestra de un nuevo espíritu en el sistema judicial de
República Dominicana convirtiendo a Martínez en un símbolo de Libertad de
Expresión en el país.
La Verdad
Orlando Martínez
Howley, brillante periodista y militante revolucionario ejemplar fue asesinado
el 17 de marzo de 1975, aproximadamente a las 7:00pm.
Se trató de un crimen
político con características de asesinato de Estado, planeado y ejecutado (en
un periodo de ejercicio del terror político), desde las altas esferas
policiales-militares del régimen balaguerista de los doce años 1966-1978
El grupo del poder
que lo asesinó fue denunciado a tiempo y un persistente esfuerzo de acusación
logró mantener abierto el proceso de sanción judicial, pero solo en el año 1997
pudo ponerse en marcha el expediente y apresarse a una parte de sus asesinos.
La impunidad total
prevaleció durante 22 años. La acción judicial en los años posteriores ha sido
lenta, parcial y tortuosa; limitada a los autores directos, materiales, del
crimen.
Los autores
intelectuales siguen fuera del expediente, a pesar del constante reclamo
popular para que se les encause.
Ahora el proceso está
en otra Corte de Apelación, la de San Pedro de Macorís, después que la Suprema
Corte de Justicia anulara la sentencia amañada de la Corte de Apelación de
Santo Domingo, a través de la cual se intentó reducirle la condena de 30 años de
prisión dictada en primera instancia.
El próximo 11 de
abril otra vez se debatirá el fondo de la acusación y me toca de nuevo
comparecer como testigo. He aquí la síntesis de lo que he venido exponiendo a
todo lo largo de este prolongado, pero trascendente proceso.
Un Asesinato de
estado:
Todos ustedes saben
de mis vínculos de camaradería, hermandad y amistad con Orlando Martínez
Howley. Las grandes afinidades morales, político-teóricas y humanas que nos
unieron para siempre, desde nuestra militancia común en el movimiento
estudiantil de izquierda “Fragua” y en el seno del Partido Comunista
Dominicano, son muy conocidas
Orlando fue un
estudiante, un militante revolucionario, un ser humano y un comunicador social,
verdaderamente ejemplar. De un gran talento e inmensa bondad.
Su militancia
revolucionaria, sus valiosos escritos y su ejercicio periodístico, los dedicó a
enfrentar -con un despliegue de valor admirable- la represión, las torturas,
las injusticias sociales, el saqueo de las corporaciones extranjeras, la
perversidad política, el entreguismo al poder imperialista de los EEUU, el
terrorismo de Estado aquí y mas allá de nuestras fronteras; defendiendo siempre
a los (as) explotados (as), desposeídos (as), excluidos (as), reprimidos (as) y
discriminados.
Sus enemigos eran, en
consecuencia fácilmente inidentificables, y quienes dentro de ellos se
propusieron matarlo, tampoco resultaron difíciles de detectar: estaban ubicados
en la cúpula del poder militar, policial y político, en estrecha relación con
los sectores, poderosos, con las corporaciones transnacionales y con los
enclaves de inteligencia y asesoría militar de los EEUU (Estación Dominicana de
la CIA, Cuerpo de Asesores Militares-MAAG, Embajada de los EEUU en el país).
Se trataba de los
mismos que dirigieron la maquinaria de terror en los días de la post-guerra de
abril y durante los doce años del régimen de Balaguer.
Orlando lo sindicó
como los “generales de horca y cuchillo”, refiriéndose sobre todo al grupo que
encabezaba el entonces general Enrique Pérez y Pérez junto a los generales
Salvador Lluberes Montás, Ramón Emilio Jiménez hijo y otros jerarcas militares;
todos vinculados a la CIA, al MAAG y a los grupos terroristas de la mafia
cubano-americana de Miami; todos cavernariamente anticomunistas.
A ese grupo
pertenecieron también el Coronel Ernesto Cruz Brea, encargado de inteligencia,
el mayor Pou Castro, jefe de operaciones de grupos de acción y el coronel
Isidoro Martínez (conocido como “La Caja”) ya fallecido.
Utilizaban para sus
fechorías a otros miembros activos de la Policía Nacional, el Ejército, la
Marina, la Fuerza Aérea y sus órganos de seguridad, como también a miembros
civiles de las tristemente célebre Banda Reeleccionista y Anticomunista
(organismo para-militar)
A Cruz Brea, en su columna
Microscopio, el propio Orlando Martínez se refirió como el oficial encargado de
coleccionar sus escritos y de darle seguimiento para estimular el crimen.
Incluso señaló que si algo le pasara, si era asesinado, solicitaba que ese
coronel fuera investigado; siempre estableciendo los vínculos de este señor con
el grupo de Pérez y Pérez.
Y justamente la
primera amenaza escrita recibida por Orlando, fue a raíz de su valiente
denuncia sobre las circunstancias rodeaban al asesinato del periodista Gregorio
García Castro y el proceso de investigación del mismo.
Ese crimen
precisamente se produjo en 1973 siendo Cruz Brea Jefe de la Policía Nacional y
lo ejecutaron agentes del Servicio Secreto a su servicio.
Gregorio García
Castro tenía vínculos de amistad con el general Neit Nivas Seijas, quien
encabezaba un grupo muy corrupto, pero enfrentado el grupo de Pérez y Pérez.
A raíz de ese hecho,
Orlando denunció con todos sus detalles el encontronazo entre Nivas Seijas y
Cruz Brea en el Palacio Nacional y dio pistas sobre sus verdugos, lo que
determinó la referida amenaza de muerte en su contra; la cual como es lógico
movió diversos reacciones de solidaridad y protección, y detuvo temporal a los
sicarios de Pérez y Pérez y Cruz Brea.
La intención de todas
maneras se mantuvo viva y fue más tarde, a raíz de aquel artículo titulado“¿Por
qué no doctor Balaguer?”, publicado en El Nacional de Ahora el 25 de febrero de
1975, cuando se reactivó persistentemente el operativo para matarlo.
En ese artículo,
lleno de indignación por el atropello de que había sido víctima el gran pintor
revolucionario Silvano Lora en ocasión de su deportación en el Aeropuerto las
Américas, Orlando exhortó a Balaguer a subirse en un avión y largarse del país,
junto todos sus funcionarios corruptos, calieses y asesinos.
El mismo fue usado de
inmediato como punto de partida para el nuevo operativo criminal. El coronel
Cruz Brea, además de distribuirlo entre los “generales de horca y cuchillo”, se
lo llevó personalmente a Balaguer planteándole que ya eso “no se podía
permitir”. Y Balaguer no lo detuvo, lo que se tradujo en luz verde para el
atentado. (Esta información nos la suministró el señor Ortega Oller, cuñado del
general Ramón Emilio Jiménez hijo.)
La reunión del Estado
mayor con esos fines no tardó en producirse: el 8 de marzo de 1975 se
encontraron en la Secretaria de las Fuerzas Armadas los generales Jiménez,
Pérez y Pérez, Lluberes Montás y Logroño Contín (fallecido), el primero
Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas y los otros jefes de Estado Mayor
del Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina de Guerra respectivamente.
El encargado de dar
las instrucciones a Pou Castro para que montara el equipo criminal, junto al
coronel Isidoro Martínez de la FAD, fue el general Lluberes Montás. Así lo ha
confesado Pou Castro en los interrogatorios publicados.
En vista de la
necesidad de reforzar el operativo y específicamente de incorporar a ese Staff
a Mariano Cabrera Durán, experto tirador, se le solicitó al general Jiménez
hijo que instruyera al jefe del J2 de las FFAA, coronel Abreu Rodríguez, para
esa selección, dado que este sicario estaba asignado a ese organismo. Esa
instrucción también fue dada personalmente por el general Ramón Emilio Jiménez
hijo y eso consta en uno de los interrogatorios a Pou Castro.
Esos hechos y esas
confesiones dejan bien claro que se trató de un asesinato de Estado, consultado
con el presidente de la República, decidido en Estado Mayor de las FFAA y
ejecutado por dos grupos: uno de contención dirigido por el coronel Isidoro Martínez
y otro encargado de la acción directa, de la ejecución del crimen, comandado
por el entonces Mayor, hoy general retirado, Joaquín Pou Castro (alias Ñoño).
El día escogido fue
el 17 de marzo de 1975 y los detalles del seguimiento y de la operación constan
en el expediente acusatorio. En la labor de rastreo participó el coronel
Sánchez Guzmán, asignado a la escolta del canciller Víctor Gómez Bergés.
Sánchez Guzmán murió posteriormente en un extraño y sospechoso accidente
automovilístico.
Sobre todo esto debo
decir lo siguiente:
Orlando Martínez me
informó previamente que el entonces canciller Víctor Gómez Bergés, vecino de él
y compañero de partido de una de sus primas (la que posibilitó la relación con
Gómez Bergés), le había presentado y ponderado positivamente un oficial que
prestaba servicio en la Cancillería. No tengo claro si se trató de Sánchez
Guzmán o de Pou Castro, quien también estaba asignado a la Cancillería Orlando
y quien esto escribe desconocíamos entonces la trayectoria criminal de esos dos
oficiales
Días antes del asesinato,
Orlando me comunicó confidencialmente que Víctor Gómez Bergés lo había llamado
para informarles que ya estaba montando un operativo militar para asesinarlo y
que la única forma en que podía salvarse era si abandonaba el país, a lo que él
se resistía con toda razón, dado que en su caso implicaba aceptar la
autocensura, dejar su trabajo y separarse de su familia, especialmente de su
madre que no estaba bien de salud.
Aquí les mostramos
íntegramente el artículo que le costó la vida a Orlando Martínez…titulado- Por
qué no Dr. Balaguer?
¿POR QUE NO DR
BALAGUER?
Señor Presidente de
la República, ya que usted impide que un artista del prestigio y la calidad
moral de Silvano Lora viva en su Patria, ya que dejar en el extranjero a
dominicanos le produce placer o ganancias politiqueras, me voy a permitir
hacerles algunas recomendaciones.
Espero que sobre todo
medite la última. Como Usted ha dicho que en este gobierno, y parece ser
cierto, la corrupción sólo se detiene en la puerta de su oficina, ¿Porqué no
saca de la República Dominicana a todos esos corruptos?
Como aquí existe una
galopante inflación de delincuentes sin uniformar y, según usted, también
uniformados, ¿porqué no les ordena a los calieses del régimen que los apresen y
los metan en un avión? ¿Por qué no les dice a los genízaros que prestan
servicio en el aeropuerto que apresen no a los que traen cigarrillos de
marihuana, sino a los pejes gordos del tráfico de drogas?
¿Porqué no manda al
exilio a los que reciben comisiones para negociar contratos que entregan
nuestras riquezas a las compañías multinacionales? ¿Porqué no instala en un
barco a los latifundistas, a los que están negados a que este país salga del
subdesarrollo y de la situación de miseria colectiva que lo acompaña? ¿Porqué
no entra en ese mismo barco a quienes en la ciudad son el soporte ideológico de
esos terratenientes? Y también a quienes son el sostén armado, los que dan
palos, apresan y torturan campesinos que luchan por sus derechos.
Como Usted es enllave
de los norteamericanos, ¿porqué no le solicita un portaaviones para enviar al
lugar que fuese a los numerosos calieses que viven del trabajo del pueblo? En
caso de que su amistad con los Estados Unidos sea más estrecha de lo que
sospechamos, ¿Porqué no le pide al Pentágono un cohete último modelo con el
objetivo científico de crear una colonia de calieses en la luna? ¿Por qué no
desaparece de la vista de los dominicanos honrados, que son la mayoría, a todos
los vagos que en este gobierno cobran sin trabajar?
¿Porqué, tómelo en
cuenta, no deposita en un cómodo asiento de primera a los funcionarios
irresponsables que se las dan de Fouché contemporáneos y a la hora de la
responsabilidad no dan la cara? Y mi recomendación final: Si es inevitable que
esta situación continúe, si es imposible evitar actos indignantes y miserables
como el que presencié el domingo en el aeropuerto.
¿porqué, doctor
Balaguer, no se decide Usted a subirse en el avión o el barco y desaparece
definitivamente de este país junto a todos los anteriormente mencionados?
..Orlando Martínez Howley.
Relato Part. I
La tarde del ocho o nueve de marzo del año 1975, Joaquín Antonio Pou
Castro se encaminó hacia la secretaría de las Fuerzas Armadas con intenciones
de entrevistarse con el Secretario de esa institución, a la sazón el
contralmirante Ramón Emilio Jiménez Reyes, pero éste se encontraba reunido con
los generales Enrique Pérez y Pérez, Salvador Lluberes Montás y el comodoro
Logroño Contín, los más altos mandos militares durante esos años.
Pou Castro esperó cerca de una hora hasta que, finalizada la reunión,
salieron los militares del despacho, lo que aprovechó quien era entonces mayor
del ejército nacional, para hacerles el saludo militar de estilo.
Inmediatamente el general Lluberes Montás extendió su brazo sobre sus hombros e
hizo un aparte con él.
—¿Hacia dónde te diriges ahora, Pou?
—Me voy para mi casa General, tan pronto termine unos asuntos en la
Secretaría. ¿Puedo servirle en algo?
—Cuando regreses, espera una llamada en tu casa…
—A su orden, General. –Y se despidió, disponiéndose a concluir las
diligencias que le habían llevado hasta allí.
Al día siguiente, mientras se preguntaba Pou a qué llamada se refería el
general Lluberes y por qué no se produjo, fue solicitado desde la jefatura de
la fuerza aérea. Allí halló no sólo al general Lluberes Montás, sino también a
un cercano colaborador de éste, el coronel paracaidista Isidoro Martínez
González. Reunidos los tres, el general les preguntó:
—¿Ustedes conocen al periodista Orlando Martínez?
—Yo no, General –respondió Pou.
—Yo tampoco, pero si usted quiere, podría averiguar y tratar de
conocerlo –pareció reflexionar en voz alta el coronel Martínez.
—Muy bien, háganlo.
Era una orden simple, ninguno le preguntó para qué.
Durante un par de días Pou Castro pensó: ¿cómo voy a ubicar a ese
periodista?, ¿con qué medios?, meditando al mismo tiempo sobre su mala
situación económica. Inmerso en estos pensamientos recibió una nueva llamada a
presentarse a la jefatura. Allí encontró al capitán paracaidista Sánchez
Guzmán, quien se desempeñaba como guardaespaldas del señor Víctor Gómez Bergés.
Gómez Bergés era un funcionario del gobierno del doctor Joaquín Balaguer
quien, además de conocido del periodista Orlando Martínez, era vecino de su
misma calle. Sánchez Guzmán, en su presencia, le informó al general Lluberes
Montás los datos que le fueron requeridos sobre la dirección de la residencia y
tipo de vehículo que conducía el periodista Martínez, a quien conocía
personalmente de sus encuentros con el funcionario.
Temeroso porque se reconocía moroso en el cumplimiento de la orden
recibida, Pou Castro acudió a una tercera llamada de Lluberes Montás. Este, con
evidente enfado y en presencia del coronel Isidoro Martínez González, le dio
una nueva y más específica orden: acompañar a Isidoro a un servicio, detener al
periodista Martínez y propinarle una golpiza de escarmiento ya que, a juicio
del general Lluberes, el comunicador no debía continuar escribiendo insultos
contra el gobierno.
—Perdón, General, pero yo no tengo personal para un servicio de esa
clase –replicó Pou.
—Isidoro, encárgate de buscar el personal –ordenó Lluberes. A lo que
Isidoro contestó:
—Con su excusa, General, ya yo utilicé mi personal para el servicio de
vigilancia y ubicación, yo entiendo que sería más conveniente para esta
operación utilizar personal ajeno a la base de San Isidro, ¿no le parece?
Este comentario le molestó ligeramente, pero luego de un breve momento
de reflexión, Lluberes Montás expresó su conformidad asintiendo en silencio. De
todas formas este operativo va a ser supervisado por Isidoro; que decida él el
personal a utilizar, se dijo.
Isidoro Martínez se dirigió entonces a Pou Castro:
—Pou, busca al cabo Mariano Durán que está ahora en el J-2 y uno o dos
de los informantes –refiriéndose al departamento de inteligencia de la
secretaría de las fuerzas armadas y a los civiles de la confianza de los
militares, que se utilizaban como agentes para localizar supuestos comunistas y
opositores importantes del gobierno.
—Sí –añadió Lluberes –búscate al primo a ver si es verdad que sirve para
algo.
—Sí señor –y acto seguido Pou se despidió haciendo el saludo. Ya sabía
quién era el primo.
Casi de inmediato Isidoro Martínez telefoneó al despacho del coronel
Abreu Rodríguez, jefe del J-2 y solicitó, en nombre del departamento de
inteligencia de la fuerza aérea, que se le “prestara” al cabo Mariano Durán
para un servicio comandado por el mayor Pou Castro. Abreu Rodríguez, luego de
consultarlo con el Secretario contralmirante Ramón Emilio Jiménez Reyes, quien
lo autorizó, aprobó la solicitud. Abreu Rodríguez, sin embargo, quedó
pensativo; no era usual que el encargado del departamento de inteligencia
coronel Isidoro Martínez solicitara servicios, aunque sí era muy frecuente que
Durán fuera solicitado; de hecho, era uno de los más solicitados…
Quizás por su experiencia –pensó– ¿sería un servicio paralelo del
secretario de la fuerzas armadas, Pou Castro e Isidoro Martínez?, supongo que
el Secretario sabe de qué se trata –y sin darle mayor importancia lo olvidó.
Más tarde, Pou le reveló los planes al “primo” Rafael Alfredo Lluberes
Ricart, a quien apodaban Freddy o Lluberito y de quien conocía a fondo lo que
llamaba su fanatismo anticomunista. De hecho, a juicio de Pou, Freddy era una
persona violenta, con rasgos de anormalidad, cosa que lo hacía ideal para un
servicio como el ordenado. Freddy accedió a las proposiciones de Pou con
naturalidad y algo de fanfarronería. Calculando que podría ofrecerle algo de
dinero a su vez, Freddy buscó a un conocido suyo, joven integrante de “La
Banda” para que les acompañara; este joven se llamaba Luis Emilio de la Rosa
Veras.
Luis Emilio, quien no contaba aún con veinte años de edad, era
considerado por Freddy como un muchacho valiente. Había sido encarcelado por
apalear una persona, pero fue puesto rápidamente en libertad. De inmediato pasó
a formar parte del Frente Democrático Anticomunista y Antiterrorista (La
Banda), dirigido por Eric Cruz Candelario y Ramón Pérez Martínez (a quien
apodaban Macorís), que coordinaba actividades en la Escuela República
Dominicana. Este era un temido y poderoso grupo paramilitar creado cercano a
las elecciones generales de los años 70 para la persecución de opositores del
gobierno, compuesto por una gran cantidad de jóvenes utilizados para tales
propósitos.
II
“…Yo me pregunto, estarán ahora disfrutando de la compañía y el calor de
sus hijos?, ¿de sus hermanos?…
…Todo el día mi mente es un torbellino de preguntas sin el eco de unas
respuestas, porque en realidad, tendrán hijos los que decretaron la muerte de
mi hermano?…
…no ha pasado acaso por su mente enferma que podrían ellos cualquier día
próximo, beber el mismo cáliz amargo que ahora estamos bebiendo los familiares
de Orlando?…”
EDMUNDO
FRAGMENTOS DE
“¿DÓNDE ESTÁN LOS ASESINOS DE ORLANDO?”
22 DE ABRIL DE 1975
III
La mañana del 17 de marzo de 1975 sorprendió a Freddy Lluberes cortando
tubos de metal en pedazos, a su juicio maniobrables, mientras analizaba los
hechos de los últimos días. Recordó cuando el mayor Pou se presentó en su casa
a planificar cómo darle, según sus propias palabras, dos o tres palos a Orlando
Martínez por estar escribiendo en el periódico artículos contra el gobierno.
Recordó además cuando a su vez le propuso que utilizaran a Luis Emilio y cuando
esa tarde salieron, infructuosamente, a ubicar al periodista. Pensó que
aceptada la inclusión de Luis Emilio en los planes, debía ir temprano en la
tarde a conversar con éste.
Freddy Lluberes llegó a la vivienda de Luis Emilio aproximadamente a las
dos de la tarde de ese mismo día.
—Vamos a llegar allí –le dijo, y ya con el vehículo en marcha le aclaró:
—Hay un periodista que hay que darle unos golpes y el mayor Pou Castro
quiere hablar contigo. –Y sin más palabras sobre el asunto se dirigieron a la
avenida Sabana Larga.
Casi simultáneamente Mariano Durán telefoneaba a la oficina central del
J-2 para reportarse. Desde esa oficina el coronel Abreu Rodríguez le ordenó
trasladarse a la residencia del mayor Pou Castro y ponerse a sus órdenes.
Mariano, acostumbrado a este tipo de mandatos, cumplió sin hacer preguntas.
Cuando Pou llegó a su casa el 17 de marzo, siendo casi las dos de la
tarde, descubrió estacionado un vehículo del J-2 sin placas, marca Datsun 1200,
azul, que le enviara el general Lluberes Montás para el servicio.
Al sonar el teléfono en casa de Pou Castro dieron las tres. Isidoro
Martínez le ordenó a Pou presentarse en su casa y Pou obedeció al instante.
—¿Conseguiste el personal, Pou? –inquirió Isidoro.
—Sí, lo tengo en espera.
—Bien, tengo informes de que Orlando Martínez está trabajando en estos
momentos y suele salir al atardecer. Reúne tu gente y espérame en la entrada
principal del hipódromo.
—De acuerdo, ahí estaremos. –Y regresó a su casa.
Al llegar Mariano a casa de Pou, éste le ordenó subir a su vehículo. De
inmediato emprendieron la marcha en dirección a la avenida Sabana Larga donde
toparon con Freddy Lluberes y Luis Emilio De La Rosa. Allí Pou explicó:
—Tenemos órdenes de dar unos golpes al periodista Orlando Martínez por
sus escritos contra el superior gobierno… hay que romperle los brazos. –Y
emprendieron la marcha.
Durante el trayecto conversaron poco sobre trivialidades hasta que Luis
Emilio intervino:
—Díganme una cosa, ¿por qué no se buscó personal militar para esto?
A lo que el mayor Pou respondió:
—Para este servicio se necesita un buen par de tígueres.
—Freddy, nos estamos metiendo en un lío con esto –comentó Luis Emilio en
voz baja.
—¿Te vas a meter a pendejo ahora? –fue la respuesta de Freddy.
Mientras tanto, Mariano Durán callaba. Pensaba en algunas de las veces
en que había sido sancionado por golpear a otras personas; recordó los pleitos
en la barra cercana a Puerto Plata y también cuando, en componenda con algunos
de sus hermanos, propinó una buena golpiza al primo Rafael…
Poco después coincidían en el lugar acordado. Isidoro, acompañado por un
chofer y algún otro subalterno y todos vestidos de civil.
El militar de mayor jerarquía, Isidoro Martínez, asumió la dirección del
operativo y en el tono acostumbrado se dirigió a Pou:
—Debes mantenerte en la avenida San Martín cerca de la estación de
gasolina. Cuando yo pase detrás del carro Lancia azul del periodista te lo voy
a señalar.
Acto seguido partió.
Pou, Mariano, Freddy y Luis Emilio se dispusieron a esperar sentados en
una barrita cercana a Publicaciones Ahora! donde laboraba el objetivo, dando de
vez en cuando alguna vuelta para no despertar sospechas. Pidieron una botella
de ron para todos y algo de comer para Luis Emilio. Freddy fue a llevar su
camioneta al lugar donde laboraba regresando al rato.
Y transcurrieron cerca de dos horas.
IV
“…Respecto a la impunidad de tu crimen… ¿existe un hálito de esperanza?…
…Yo me pregunto Orlando, tus asesinos intelectuales, qué estarán
pensando en estos momentos con la reacción que ha producido tu muerte, podrán
dormir tranquilos? …temerán recaiga sobre sus hijos la maldad que te hicieron o
creen haberte hecho a ti?… Los asesinos materiales, ya invirtieron el dinero
que recibieron con tu muerte, o el galardón ofrecido ya fue recibido?…
Puedes descansar en paz, hermano, porque nunca he estado tan seguro de
que esta vez la impunidad no prevalecerá y tus viles asesinos pagarán todos sus
crímenes juntos…”.
EDMUNDO
FRAGMENTOS DE
“UNA CARTA A ORLANDO”
17 DE MAYO DE 1975
V
Era el atardecer cuando el carro Datsun 1200 verde del coronel Isidoro
Martínez pasó frente al grupo haciendo señas. El carro del periodista Martínez
iba delante. Freddy exclamó:
—Ahí viene el tipo…
Abordaron de inmediato el vehículo del mayor Pou. Con éste al volante,
Mariano a su derecha, Freddy y Luis Emilio detrás, partieron tras el Coronel.
En el trayecto Pou les recordó:
—Vamos a hacer preso a ese individuo, pero tengan mucho cuidado porque
está armado.
Transitaron tras los vehículos por la avenida San Martín en dirección
este a oeste, por la avenida Ortega y Gasset en dirección norte a sur y al
llegar a la avenida 27 de febrero el coronel Martínez le hizo señas a Pou para
que adelantara y siguiera detrás al periodista, cosa que hizo mientras doblaban
por la avenida Tiradentes hacia el sur. Al llegar a la calle José Contreras el
semáforo dio luz roja. Pudieron notar entonces que el periodista observaba
insistentemente a través del espejo retrovisor.
—Quizás se dio cuenta de que lo seguimos –pensó Pou–, no debemos esperar
más.
El periodista giró muy despacio hacia la izquierda y anocheció mientras
caía una lluvia tenue.
VI
“…Con la muerte de Orlando, pueden estar seguros no sucederá igual,
porque muchos corazones laten con la angustia, el deseo y la convicción de que
tarde o temprano, los cobardes, viles y miserables asesinos de tan noble valor,
tendrán que pagar su crimen de una forma o de otra; a Ustedes se lo digo,
inmundos cuerpos podridos sin ser descubiertos aún por los gusanos, porque la
historia nos ha dotado de ejemplos que evidencian que pagarán no sólo
físicamente, sino espiritualmente la maldad y la ponzoña que habita dentro de
sus corazones.
Pagarán ya sea por ustedes mismos, o por alguno de los suyos, recordad
el Imperio Romano, los secuaces de Hitler, y aún más contemporáneo, la tiranía
trujillista, la hora del crujir de dientes no está tan lejana como creéis,
porque no se les ignora como tal vez piensan ustedes, esperad y veréis la
consecuencia.
Los medios de comunicación callarán, pero la muerte de Orlando, unida a
tantas otras muertes valiosas, viven latentes en miles de corazones dominicanos
y aún extranjeros; los culpables, ahora personajes intocables, son presas
anheladas por todo un pueblo que espera venganza y justicia, por la
desaparición de tantos valores humanos idos a destiempo por el descarado anhelo
de riqueza de un pequeño grupo que cree perdurará por los siglos de los
siglos….”
EDMUNDO
FRAGMENTOS DE
“ORLANDO, UN PERIODISTA ASESINADO
(TRES MESES DE SU MUERTE)”
17 DE JUNIO DE 1975
VII
El mayor Pou siguió muy de cerca el vehículo que conducía Orlando
Martínez por la calle José Contreras. Próximo a la calle Cristóbal de Llerena,
Pou chocó levemente por detrás el carro del periodista, lo que hizo que éste se
detuviera a su derecha, dejando las luces encendidas. Pocos metros más atrás
frenaron sus perseguidores y mientras desmontaban Mariano Durán y Freddy
Lluberes por órdenes de Pou, éste les advirtió:
—¡No lo maten, es para una “agolpiá”! ¡Háganlo preso y tráiganlo al
carro!
Sin embargo, nadie recordó ni sacó del automóvil tubo alguno.
Rápidamente se trasladaron con armas de fuego en las manos hacia el vehículo
detenido cuyo conductor ya empezaba a abrir su puerta.
Mariano, ya junto a la ventanilla, le dijo:
—Usted está preso… –mientras al mismo tiempo Lluberes le gritaba:
—¡Esto es un asalto!
Orlando, desconfiado, tomó su revólver…
Y casi al unísono sonaron dos disparos.
VIII
“… Es ahora cuando recapacito en el por qué de la venda en los ojos del
símbolo de la justicia; Las atrocidades, los abusos de poder, las injusticias,
que sin respeto y consideración para un pueblo se cometen a diario en nuestros
propios ojos, simplemente porque la fuerza reposa actualmente en sus manos. Un
ejemplo vergonzante, doloroso e inhumano, es el que yo he considerado como “tu
doble asesinato”, en qué consiste?… en el sufrimiento de los familiares de los
inocentes detenidos en tu caso, algunos de ellos tus amigos, en la injusticia
de querer frustrar vidas de grandes valores humanos, no convenientes para sus
maquiavélicas hazañas porque nuestro país se ha idealizado como meta, hacer
desaparecer todos los hombres que tengan un grado superior de inteligencia y de
ese modo aumentar las arcas de patanes, que no son más que unos vulgares
ladrones y asesinos, propagandistas de la drogadicción e inmoralidad de nuestro
pueblo; ahora intocables, pero tarde o temprano futuras presas del mañana …”
EDMUNDO
FRAGMENTOS DE “OTRA CARTA A ORLANDO
(CUATRO MESES DE SU MUERTE)”
17 DE JULIO DE 1975
Por: Leila Roldán