Juan María Lora
Fernández estuvo entre los que el 25 de abril echaron del palacio a Donald Reid
Cabral.
Especial
para Hoy. Cuando le fueron a informar del viaje a
Santiago donde participaría en un homenaje del PRD al Héroe Constitucionalista,
hoy Nacional, Rafael Tomás Fernández Domínguez, a siete meses de su heroica
muerte en combate, Juan María Lora Fernández no estuvo muy convencido de la
pertinencia del mismo.
Probaba mucha admiración, cariño y un
gran respeto por su primo hermano, ideólogo y líder principal del Movimiento
Enriquillo (propugnaba un contragolpe a los golpistas de setiembre del ’63,
restaurar la Constitución de 1963 y reinstalar a Juan Bosch en la Presidencia
de la República), al cual lo había enrolado, pero, a pesar de ello, no le
pareció buena la idea, lo que dio a entender a personas de su intimidad.
El acoso, bellaquerías y persecución
tenaz a que, tras la firma del pacto por la paz, o Acuerdo Institucional, eran
sometidos los militares constitucionalistas por parte de los altos rangos de
las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, adversarios entreguistas y
derrotados en la guerra apenas concluida, daban motivo y razón a las dudas de
Lora Fernández.
El mismo presidente provisional, Héctor
García Godoy, le había aconsejado extremo cuidado a Caamaño Deñó cuando lo
visitó en el Palacio Nacional y le consultó acerca del viaje. Pueden
aprovecharlo para atentar contra tu vida, le advirtió. Fue entonces su espíritu
de cuerpo, revolucionario, solidario y de respeto al mando lo que lo llevó a
Santiago la mañana del 19 de diciembre de 1965.
Miembro activo del Movimiento
Enriquillo, desde cuando se llamó Restauración, primer nombre que le puso
Fernández Domínguez, Lora Fernández fue uno de los cabezas de la conspiración
constitucionalista que fueron citados por el Jefe de Estado Mayor, general
Marcos Rivera Cuesta, a su oficina, la mañana del 24 de abril.
El objetivo solapado y engañoso del alto
jefe militar era desarmar y apresar al grupo, tras lo cual se les entregaría a
todos la cancelación de sus nombramientos militares, fechada y firmada el día
anterior por el presidente del triunvirato, Donald Reid Cabral, quien estaba al
tanto de la encerrona.
Además de Lora Fernández habían sido
convocados también los tenientes coroneles Pedro Álvarez Holguín y Giovanni
Gutiérrez, el mayor Eladio Ramírez Sánchez, el capitán Aníbal Noboa Garnes, el
primer teniente Lorenzo Antonio Galvá y otros más quienes iban a ser también
víctimas de la artimaña.
Lo sucedido allí está muy bien
documentado en el libro La actuación de los sargentos de las jefatura de abril,
1965, escrito por Pedro José Lantigua Bravo, Guarionex Novas Rosario, Nelson William
Méndez Batista, Esteban Peña Mena y Lino Familia Medina, con un testimonio
póstumo de Rafael Batista Matos, tomado de otra publicación.
En sus páginas, los autores describen la
participación del grupo integrado por sargentos mayores y cabos que trabajaban
en calidad de oficinistas en la jefatura, todos miembros del movimiento
conspirativo.
De los Sargentos, cuya valerosa
actuación, comandada por el capitán Mario Peña Taveras, frustró la jugada de
Rivera Cuesta con su apresamiento y el de todos los altos jefes militares bajo
su mando allí.
Lo sucedido esa mañana fue determinante
para el curso que tomaron los acontecimientos a partir de ese momento. De aquel
histórico episodio, primero de la Revolución Constitucionalista de Abril y
Guerra Patria de 1965, volvemos a encontrar, a Juan María Lora Fernández en el
Palacio Nacional la mañana del domingo 25, cuando los militares
constitucionalistas echaron de la usurpada silla presidencial al presidente de
facto, Donald Reid Cabral, restablecieron el orden constitucional interrumpido
un año y siete meses antes, e instalaron al presidente del Senado, José Rafael
Molina Ureña, en calidad de Presidente provisional (así mandaba la
Constitución) hasta el regreso de Juan Bosch al país.
El 27 de abril, son el coronel Francisco
Alberto Caamaño Deñó y el grupo de militares y civiles constitucionalistas que
lo acompañaban quienes encuentran a Lora Fernández en el puente Duarte
encabezando a las masas populares arrojadas a aquella valiente y feroz batalla
de resistencia que impidió al Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA)
ingresar a la parte oeste de la ciudad, según los planes de los jerarcas
militares golpistas de San Isidro.
Militares revolucionarios y el pueblo
libraban esta decisiva batalla desde el día anterior (lunes 26 ), soportando no
solo los disparos de las armas del CEFA: fusiles automáticos de las tropas,
armas de alto calibre y cañones y ametralladoras de tanques y tanquetas, si no,
también, las ametralladoras de los aviones de la Fuerza Aérea y los grandes
obuses disparados por los cañones de los barcos de la Marina de Guerra anclados
frente a Sans Soucí.
Tras el triunfo en la batalla del puente
Duarte, otra contienda decisiva donde vemos al constitucionalista Lora
Fernández en condición de protagonista es en la toma de la Fortaleza Ozama, el
30 de abril.
Esta vez, Lora Fernández sigue las
órdenes del presidente Caamaño, quien, luego de haberlo designado Jefe de
Estado Mayor del Ejército Constitucionalista, puso bajo su conducción la vital
toma de este bastión, ocupado por el batallón antimotines (Cascos Blancos) de
la Policía Nacional, ubicado dentro del perímetro de la Zona
Constitucionalista, sitiada ya por las fuerzas interventoras de la FIP (Fuerza
Interamericana de Paz) y sus secuaces de las Fuerzas Armadas de RD mediante el
mal llamado Corredor de Seguridad.
Poco tiempo duró la resistencia de los
Cascos Blancos y sus comandantes. Antes de caer la tarde de ese viernes,
aquellos que no lograron escapar huyendo por el muelle o cruzando a nado el río
Ozama, salían por el portón de Carlos III con los brazos en alto, en condición
de prisioneros, mientras un gran número de civiles constitucionalistas lo hacía
cargando armas y municiones de todo tipo.
Fue determinante el papel jugado por
Lora Fernández durante el transcurso de la resistencia que día a día opusieron
el pueblo en armas, organizado en comandos, y el Gobierno Constitucionalista y
Revolucionario a las fuerzas interventoras y a sus lacayos locales.
Particularmente es de señalar la batalla
del 15 y 16 de junio, estratégicamente organizada por él.
En esta ocasión las fuerzas
constitucionalistas enfrentaron y contuvieron el ataque pergeñado por el
general USA, Bruce Palmer, para tomar la ciudad en una mañana, según le había
prometido y garantizado a su presidente, Lindon B. Johnson, en un mensaje que
le envío a Washington.
La correcta estrategia y el arrojo de
los combatientes dio tiempo a que los negociadores internacionales del Gobierno
de Caamaño, dirigidos por el doctor Jottin Kury, acudieran rápidamente a países
que simpatizaban con el movimiento constitucionalista y lograron que estos
ejercieran presión sobre Washington hasta conseguir que Johnson ordenara el
cese de los ataques.
Desde sus oficinas en el edificio
Copello, sede del Gobierno Constitucionalista, Lora Fernández organizó y
dirigió todas y cada una de las estrategias defensivas de la Ciudad Colonial,
sometida a constantes y violentos ataques durante toda la etapa de
negociaciones que se inició tras el frustrado asalto de junio.
Particularmente, el intenso bombardeo de
más de tres horas, la noche del 29 de agosto, y el criminal ataque al barrio de
San Carlos, a las 7:00 p.m. del 30, perpetrado por la soldadesca del Gobierno
de Reconstrucción Nacional, de Antonio Imbert Barrera, con participación de los
soldados de la FIP, involucrados en el mismo luego que los atacantes abrieran
fuego hacia sus trincheras haciéndoles creer que les disparaban desde las
posiciones constitucionalistas.
Lora Fernández encargó a Claudio Caamaño
de esta crisis, y fue él quien descubrió el criminal ardid, poco después de
llegar a San Carlos y efectuar las primeras indagaciones. Con el reporte del
joven oficial constitucionalista se negoció para que los miembros de la FIP
cesaran sus dispararos, mientras los soldados de Imbert Barrera continuaron los
suyos. Esa noche murieron varios civiles. Al otro día, se firmó el Acuerdo
Institucional y terminó la guerra.
La comitiva partió temprano de Santo
Domingo y así mismo llegó a Santiago.
El programa del homenaje incluía una
misa en la iglesia de La Altagracia, calle El Sol esquina Cuba, una ofrenda
ante la tumba de Fernández Domínguez, en el cementerio municipal, y un almuerzo
que brindaría a la comitiva en el restaurant del hotel Matum el entonces
hacendado perredeísta don Antonio Guzmán Fernández.
Lo que sucedió en este hotel, de 10:00
de la mañana a 5:00 de la tarde, tuvo un preámbulo de mal augurio en el
cementerio municipal.
La comitiva de militares y civiles constitucionalistas
y una multitud de santiagueros presentes allí fueron atacados a mansalva y saña
criminal por soldados de la Fuerza Aérea Dominicana quienes, al ver su agresión
repelida por un grupo de Hombres Ranas, huyeron despavoridos, abandonando armas
y otros pertrechos militares en las azoteas del hotel Oriente y del edificio El
Rubio, posiciones desde donde habían perpetrado su cobarde agresión.
En Consideraciones Generales Sobre El
Asalto al Hotel Matum, en Santiago, el capitán constitucionalista Lorenzo
Sención Silverio, testigo excepcional de esta cobarde acción, cuenta que luego
de los disparos descubrieron que el panteón de Fernández Domínguez había sido
minado con poderosos explosivos con la finalidad de cometer un acto terrorista,
de consecuencias incalculables, los que fueron desactivados y levantados por
nuestros expertos en explosivos.
También cuenta que fue encontrada una
granada antitanque dejada allí, especularon, para detonarla mediante un disparo
y hacer volar el automóvil en que viajaba Caamaño.
De la disposición y armamento de los
constitucionalistas, Sención Silverio dice: Las tropas constitucionalistas
habíamos viajado con pocas armas largas, ya que en ningún momento se tuvo una
actitud de lucha o combate, como lo demuestra el hecho de que gran parte de
ellas estaban en el interior de los vehículos cuando se inició el ataque… En
consecuencia contábamos con un número muy reducido de armas para el combate,
básicamente pistolas y revólveres, que constituían todos nuestro arsenal.
Mientras que del ataque al hotel, en un
reporte que envió al presidente García Godoy, es Caamaño quien narra: Ya en el
hotel Matum, donde había una gran cantidad de personas (de 800 a 1000), una
media hora después de haber llegado, a eso de las 9:30 a.m. recibimos la
sorpresa de un ametrallamiento… desde diferentes lugares …
Cundió el pánico y mientras me ocupaba
de seleccionar lugares adecuados para la seguridad de los niños, mujeres y
hombres, ordenaba a los oficiales investigar de inmediato quiénes nos estaban
agrediendo y de dónde provenía la agresión.
Pudimos comprobar al cabo de unos
minutos – sigue diciendo – que contingentes armados de militares disparaban con
armas pesadas, ametralladoras calibre 50 y 30 y fusilería automática, desde el
monumento a los Héroes de la Restauración…
Como es sabido, a las armas usadas por
los atacantes en un principio se fueron sumando cañones de más alto calibre,
tanques, tanquetas y aviones P-51 de la Fuerza Aérea que aunque nunca
dispararon efectuaron vuelos en picada y rasantes sobre el hotel con evidentes
fines intimidatorios.
Y como quedó en la Historia, con el
reducido armamento que tenían y el lamentable pago de las valiosas vidas de
Lora Fernández y del sargento Domingo Antonio Peña, los constitucionalistas,
atacados por tierra y aire, contuvieron y derrotaron a sus atacantes, y no al
revés, porque, como apunta el capitán Sención Silverio… para que haya una
derrota tiene que haber una toma de las posiciones contrarias, lo que no
aconteció.
Lo que sí hubo fue una gran humillación
para los agresores quienes, a las 5:00 de la tarde hablaron con el negociador
que la FIP había enviado desde Santo Domingo, para desactivar el ataque,
coronel John J. Costa, de la 82da. Compañía Aerotransportada USA, y le pidieron
una hora más para seguir su plan y acabar con los constitucionalistas,
recibiendo del militar extranjero la siguiente respuesta: “Si ustedes tienen el
día entero y no han podido, ¿creen poder lograrlo en una hora?” De acuerdo al
testimonio dado por el oficial constitucionalista Rafael Hubiera Padua en el
documental El Titán de Abril, el disparo del tanque que lo impactó medio a
medio del cuerpo fue tan contundentemente que… el coronel Juan María Lora
Fernández murió sin darse cuenta.
Aquella desigual batalla, librada con
heroísmo por los atacados y con traición y cobardía por los atacantes,
constituye el verdadero último capítulo de la Revolución Constitucionalista y
Guerra Patria de 1965.
Con su propia muerte, Juan María Lora
Fernández completó allí el círculo histórico de su heroica participación en
esta grandiosa gesta.
Cuando las acciones cesaron y las armas
callaron definitivamente, caía la tarde de aquel domingo 19 de diciembre de
1965.
A esa hora de ese día, mientras su madre
lo esperaba con su plato favorito servido en la mesa todavía, Juan María Lora
Fernández ascendía a la Gloria Nacional y su nombre y su gesta quedaban
grabados en la memoria eterna del valiente pueblo dominicano, donde, 48 años
después, este gran Héroe Constitucionalista y Nacional es respetado y querido
y… vive todavía.
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